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NEP. Memoria de un bar

Lun, 01/01/2001 - 00:00
Plaza madrileña del Dos de Mayo

Se dice que el tabernero hace al bar y el NEP no iba ser una excepción. Nunca supimos por qué Arturo adoptó el nombre de NEP, las siglas de la nueva política económica de Lenin, tal vez lo hiciera como símbolo de la reorganización de su economía personal, NEP significaba también, como anunciaba un cartel a la entrada del local, Nuestros Especiales Precios.

El NEP estaba situado en el corazón del barrio de Malasaña de Madrid, en los aledaños de la Plaza del 2 de Mayo. La decoración era muy lograda, realizada con muy bajo presupuesto pero de un gusto muy acertado, en las paredes colgaban carteles constructivistas de trenes, edificios y carteles de propaganda para ferias en misteriosas ciudades soviéticas. Las paredes estaban cubiertas por arpillera y papel madera, la luz era tenue.
Arturo era un ruso triste exquisito que ofrecía manjares de su país a su variopinto público. Un día por semana al entrar te chocaba encontrarte con que la mayoría de las conversaciones en ruso. Eran estudiantes de la universidad que se reunían allí para practicar con Arturo y con sus amigos rusos, gente variopinta que procedía de estratos sociales diferentes.

La época más gloriosa del bar fue hacia el final de su existencia, todo el mundo sabía que no iba a durar mucho, por las continuas denuncias por ruido de vecinos cascarrabias. Así que puestos a quemar las naves Arturo decidió hacerlo con estilo. Era un tipo culto, lúdico, le gustaba jugar al ajedrez, al backgammon, también era aficionado a las apuestas. Buen conversador, hablaba español perfectamente con un leve acento ruso que le hacía más interesante. Personalmente era atractivo y tuvo muchos líos, de hecho ligó con lo más presentable del barrio. Le gustaba mucho beber y tenía el aguante de un cosaco aunque no lo fuera, creo que era de San Petersburgo. Arturo era un excelente vendedor y como tal, se aseguraba de que probaras de sus muchas variedades distintas. Tenía caviar rojo y negro, arenques, pepinos salados y la más amplia variedad de vodka de varias nacionalidades; con hierbas aromáticas, con esencias de frutas y de pimienta.

El NEP era un bar interesante, no un agujero negro como la mayoría de los demás bares de alrededor que parecían salas oscuras donde el personal sólo pensaba en enborracharse. Era notable que con la gente que aparecía en el bar no hubiera apenas peleas. Cuando alguien no le gustaba Arturo no dudaba en echarle con cajas destempladas aunque tampoco negaba nunca una birra a los yonquis del barrio. El chupito era más largo que el de los bares de a pie, algo que el público agradecía.

En el barrio Malasaña

El NEP estaba abierto a todas horas, Arturo intentó que el local funcionara con desayunos y almuerzos pero la resaca que por lo común arrastraba tras la larga noche anterior hacía que normalmente no tuviera muy buena cara a esas horas y los comensales hambrientos desconfiaban cruzando la calle para dirigirse a la pizzeria de enfrente.

Pero por la noche nadie tenía resaca y el NEP se convertía en un bar muy animado y bullicioso. Al fondo del local había una mesa de billar encajada en una pequeña habitación por lo que para poder jugar se utilizaban palos de diferentes tamaños. Hubo noches que acabamos allí tan borrachos que parecía que habiamos jugado al waterpolo más que al billar. En la salita de en medio se bailaba con música muy rara y variada, se pinchaba todo tipo de música desde clásica a música rusa. Todo el barrio pasaba por el NEP y gran parte del público lo formaba el personal de los bares y restaurantes de la zona que acudía al terminar su jornada. Se animaba a partir de las dos de la mañana, cuando la mayoría de los demás bares comenzaba a recoger. El cierre a medio echar era la señal de que era la hora de entrar. Avanzada la noche no era raro que Arturo pasara al otro lado de la barra con una botella de vodka y se incorporaba a las conversaciones de los noctámbulos llenando gratis sus, a esa hora, exhaustos vasos. Era normal que al salir, acostumbrados a la penumbra del local, te cegara la luz de los primeros rayos del sol.

El NEP duró casi dos años, del 94 al 96, y difícilmente se encontrará un bar tan singular y tan marcado por la figura de su creador.

Elisabet Hurley, J. Daskaña 2001

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