Con los billetes hubo ciertos problemas hasta Ekaterimburgo, en los Urales: si no encuentras billetes tienes que esperar la repesca de la última hora, dos horas antes de que salga el tren liberan billetes. Lo que se notaba era que el platzkart desaparecía enseguida. Como no lo cogieras con una semana de antelación, no encuentras billetes. De Gorki cogimos billetes hasta Kazan, de Kazan a Ekaterimburgo, y de allí a Krasnoiarsk. Eso ya nos relajó un poco porque estar día tras día con la incertidumbre de no encontrar billetes genera un poco estrés y no viajas tan a gusto. En Krasnoiarsk cogimos un tren, muy barato, a Severobaikalsk que ya está en el lago Baikal, en su parte superior.
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El Baikal es un lago enorme. Severobaikalsk es feísima, pero al lado estuvimos en Nizhni Angarsk que es un pueblo precioso, todo de madera, el estadio de madera, hasta los bancos de madera, supongo que tienen caja fuerte porque si no con un serrucho cualquiera los podría atracar… Allí estuvimos varios días en una casa que alquilaba gente del lugar. Había un terreno con una casa grande donde vivían ellos y luego una casa pequeña que alquilaban. La encontramos por casualidad. Seguimos las indicaciones del “Lonely Planet” buscando una casa de huéspedes, y resultó que el edificio que venía indicado lo estaban pintando, preguntamos y nos contestaron: “¡Uy! Eso era una casa de huéspedes hace mucho, ahora es el edificio del ayuntamiento”. Pero se pusieron a llamar y por una amiga suya encontraron esa casa. Cuando me dijeron el precio les dije que por ese precio iba al hotel, entonces bajaron… Al final resultó bien. Tenían una barca y nos fuimos a pescar por allí, hicimos una sopa de pescado (ujá en ruso) en una islita…
Luego cogimos un barco que se dirigía abajo, hasta Irkutsk, pero paramos en la isla de Oljón. Muy bonito todo. Allí sí que había un tiempo espectacular. En Oljón están acostumbrados a los extranjeros pero en Severobaikalsk estuvimos hablando con unos tipos que estaban de botellón, en el pueblo, por la noche, con unas cervezas, y allí nos trataban como elementos exóticos. Estaban entusiasmados, preguntando sobre todo, nos dijeron que por allí venían muchos extranjeros. No les creí porque estábamos en plena temporada, vienen tres extranjeros y te hacen coro con mucha expectación… Eso era curioso. En el barco el tipo que vende billetes pregunta quién va hasta Irkutsk, quién va hasta Oljón, hasta Listvianka, etc., y luego a los que íbamos a Oljón nos deja a un lado y a todos los demás, se dirige con la máquina emitiendo billetes. Y va y me dice: “Son 1.500 rublos si quieres que te emita el billete, si no lo quieres te lo dejo por 1.000”. Está claro que es un pirata que se mete el dinero en bolsillo. Sabe que en Oljón no hay control y se saca un dinero extra. Sacar tres mil rublos en cada servicio no está mal. La cosa es que a lo mejor le podía haber apretado más el precio...
Otro ejemplo de pirateo lo encontramos en el tren de Irkutsk a Ulan-Bator. En la frontera la mayor parte de vagones se desengancha (solo quedan dos que hacen el trayecto entero) y vuelve. Y le enganchan los vagones de Mongolia. Aparecieron en tren unos neozelandeses a los que devolvieron del puesto fronterizo ruso porque su visado era de una entrada a Rusia y ya estaba matada; no les dejaron volver otra vez a Rusia y tenían que volver otra vez a Ulan-Bator a hacer un visado de entrada. El billete que tenían era para Irkutsk pero les dijeron en la frontera que con el mismo billete podían volver a Ulan-Bator. Y la azafata del tren les dijo que no, que tenían que comprar un nuevo billete. Se dirige a ellos y les dice: “Si compráis ahora el billete os va a tocar ir en un vagón de Mongolia que están hechos una mierda, si queréis seguir en el mismo vagón os hago yo el billete”, o sea bajo cuerda, les cobraba el billete. Es una pirata que podría haberles dejado volver con el mismo billete que bastante cabreo tenían ya por el asunto. Al parecer esto es una práctica normal. Una vez me devolvieron en la frontera de Lituania y Bielorrusia por problemas con el visado bielorruso y a la vuelta no me cobraron el billete hasta Vilna, la capital lituana.