- ¿Organizar el viaje de un centenar de personas tampoco es nada fácil?
- Me pone de los nervios el tema de los visados. Puedes tener todo ya preparado, periodistas invitados, está anunciado el estreno, ¡y no dan los visados! Me acuerdo que en marzo pasado venía el Ballet Imperial, empezamos los trámites de visados con un mes y medio de antelación. ¡Nos los concedieron el día de la salida! Son unos nervios totalmente inútiles.
- Yo pensaba que sólo nosotros, los simples mortales, tenemos estos problemas con visados, y que la gente que se dedica mucho a eso, ya tiene relaciones más humanas con los funcionarios…
- Aunque sean más humanas… debe existir alguna ley que nos garantice que no nos van a cargar todo el trabajo hecho sólo porque a algún funcionario no le apetece tratarme humanamente.
- Parece que desde este verano es más fácil obtener el visado a los representantes de la cultura.
- Eso parece. Me quedé muy asombrada cuando ahora mismo al Ballet de Moscú le hicieron visados en dos semanas y sin pedir certificados de antecedentes penales, ni nada de eso. En la gira anterior de este grupo, el año pasado, el estreno falló y se perdieron los billetes para avión que tuvimos que volver a comprar. Y sólo porque el consulado español decidió darnos visados no hoy sino mañana a las 11 de la mañana.
- También he querido preguntarte: tu marido… o igual eran varios… ¿también son del mundo teatral?
- Tengo un único marido. Me casé una única vez con, tal vez, el mejor marido del mundo. Es español. Tiene título de “master de la gestión cultural”. Pero lo conocí cuando llevaba ya cinco años vendiendo espectáculos… Y aquel que me invitó para quedarme, era una persona excelente, pero entendí que éramos demasiado diferentes y aquello no acabó en nada serio.
- ¿Es decir que os conocisteis tu marido y tú como colegas?
- Sí, le intentaba vender espectáculos. ¡Durante cuatro años intenté venderle espectáculos! ¡No me compró ninguno! Y cuando ya dejó aquel puesto donde podía comprar, nos hicimos amigos.
- Es decir, cuando las relaciones se hicieron desinteresadas…
- Nunca he recurrido a su ayuda. Él tampoco ha querido ayudarme especialmente, siempre decía que “no quiero que digan que te ayudo. Quiero que digan que tu misma eres digna a lo que haces”.
- ¿Y tu misma no has tenido necesidad de hacer también algún cursillo?
- En la Complutense hay un curso de gestión cultural. Cuando conocí a mi marido ya trabajaba para toda España, ya traía a Maya Plisétskaia. Cuando le dije que “tu tienes el master de gestión cultural, y yo también lo quiero”, se rió y dijo: “En España no hay nadie que traiga tantos espectáculos como tu. ¿Qué vas a aprender?” Este año he traído más de 260 espectáculos…
- ¿Y cuál es el mayor objetivo de esta actividad frenética tuya?
- No lo sé… Tal vez me gustaría que hablaran con respeto sobre la cultura rusa. Me cuesta mucho organizarlo todo, arrancar la máquina, empezar la gira, pero cuando estreno y oigo los aplausos, siento que he hecho algo… bueno. Me gustaría recibir un reconocimiento por parte rusa también, ni siquiera sé, por parte de quién en concreto, por ayudar al arte ruso… Tal vez, me conozcan en nuestra embajada, una vez alguien de los antiguos empleados me saludo: “¡Tatiana! ¡Nuestra embajadora de la cultura!” Pero… Todo eso es mi iniciativa privada… Aunque, lo principal no es eso. Lo principal es que siempre he amado el teatro, el ballet, y estoy en este mundo, estoy con los rusos. A los artistas les doy una posibilidad de ganar dinero, y, por otra parte, traigo a España a los grupos del nivel que aquí no hay (¿tal vez, apoyo la cultura española también?). Y eso –ser un eslabón entre dos culturas – me gusta.
Tatiana Soloviova nació en Perm (en los Urales), estudió piano en la Escuela Musical de Perm, se licenció en el Instituto Musical-Pedagógico “Gnésiny” en Moscú, en la especialidad de Teoría e Historia de la Música. A la vez se aficionó al canto folclórico ruso. Ha ejercido periodismo musical. Trabajó en el grupo folclórico (ahora teatro) de Vladímir Nazárov. Desde 1991 vive en España. Tiene dos hijos de 5 y 10 años.
Galina Lukiánina