Fueron años muy complicados, los 90…
La primera vez que fui, pasé por San Petersburgo. Me pareció una ciudad monumental pero tremendamente destruida. Sin embargo, fui unos años después y había cambiado muchísimo. Como Rusia misma, que ha cambiado mucho en estos 16 años que llevo allí.
Pero la impresión del año 98 era que estaba todo hundido. Claro, para mí siempre ha sido un gran interrogante el por qué aquello que hubo de positivo no supieron mantenerlo. Hablan del colectivismo de los rusos. Pero por ejemplo yo lo que veía era que los pisos por dentro no estaban mal y sin embargo los espacios comunes, como los portales, eran horribles. Me explicaron que no se consideraban “de todos” sino “de nadie”. La idea de “lo común” no funcionaba. Yo creo que el hombre es el que mantiene las ideas, y si las ideas están por encima del hombre, pues pasa lo que ha pasado. Las ideas cayeron, y cayó todo…
Luego, me impactó también la presencia de la mujer en la vida rusa. El alma de Rusia era la mujer. Los tranvías los conducían mujeres, en los bancos estaban mujeres, en los aeropuertos estaban mujeres…
Y otro recuerdo del primer momento es el de una hospitalidad tremenda. Nos ayudaron muchísimo porque nosotras no sabíamos prácticamente la lengua, aunque estuvimos estudiando algunos meses en Madrid, pero, vamos, poquito... Enseguida me contrataron en la Universidad para dar clases de Español.
¿Cómo ves el carácter ruso?
Yo distingo entre el hombre y la mujer. Me he movido siempre en un colectivo fundamentalmente femenino, porque en la Universidad todas mis colegas son mujeres y en todos los ámbitos en los que me muevo apenas hay hombres. La mujer es la persona que sabe hacerlo todo. Yo tenía una Decana que era capaz de llevar un Decanato en una Universidad en la que estudian más de 40 mil alumnos pero el fin de semana estaba cavando patatas en la dacha y cosía ropa para su hija y nos hacía unas empanadillas buenísimas. Pienso que la mujer rusa es y ha sido muy completa.
El hombre ruso me parece muy tocado por el problema del alcohol y poco responsable de la vida familiar.
También me parece que los rusos son religiosos o espirituales en el sentido de que están convencidos de que “existe algo”, unas “fuerzas superiores al ser humano”. Pero su religiosidad está también muy mezclada con la superstición. Me parece que perciben a Dios más como una fuerza amenazadora que como un Dios personal y liberador.
¿Cómo es vuestra relación con los ortodoxos?
En principio, la Iglesia católica es muy abierta a otras confesiones religiosas, porque el ecumenismo y la unidad para ella es un valor y un objetivo. Pero, desgraciadamente, para la Iglesia ortodoxa , en la región en la que yo vivo, el ecumenismo es algo lejano y poco valorado. A nivel jerárquico no hay apenas relación. Por ejemplo, todos los años, en Navidad, tenemos en nuestra parroquia un Festival de Coros Cristianos. Participamos diversas confesiones cristianas. Los ortodoxos nunca participan.
A la iglesia ortodoxa la valoro mucho pero creo que tiene que hacer un gran cambio. Tiene que hacer un esfuerzo de formación de sus fieles, formación teológica, formación espiritual. Y creo que también tiene que abrirse a otros hermanos creyentes porque verdaderamente entre los católicos y los ortodoxos no hay apenas diferencias teológicas: Poseemos el mismo Credo, la misma Biblia, los mismos sacramentos... El rito es diferente, debido a ciscunstancias meramente históricas... Me parece que el día que nos unamos seremos más completos. Cuando entré por primera vez en una iglesia ortodoxa -fue en Krasnoyarsk- experimenté a Dios como belleza, como misterio. Sin embargo cuando yo entro en una iglesia católica, en cualquier parroquia, lo que experimento es a un Dios liberador, cercano, que hace presente la misericordia, la ayuda, la salvación... Quizás a la iglesia ortodoxa le falta esta dimensión de acercamiento al hombre, y a la iglesia católica le esté faltando misterio.