En la segunda mitad del año 1946 llegó a Rímini desde Roma una noticia sobre la posibilidad real de seguir estudios en algunas universidades de Europa Occidental. Ya en noviembre y diciembre pequeños grupos de los candidatos elegidos, se evadieron del campo y se dirigieron a Roma para que luego marchar más hacia el Oeste, a España. No es este el lugar para narrar los peligros y aventuras con las que se toparon los fugitivos al huir del campamento. Con ayuda del Vaticano y de la Cruz Roja consiguieron nueva documentación y pasaportes. El 23 de diciembre de 1946 el primer grupo de 18 estudiantes partió de Génova en el barco español “Valencia” y a los dos días entraron en el puerto de Barcelona. En febrero de 1947 a este grupo se unieron otros 7 estudiantes.
Pronto, en la primavera de 1947, el campo de Rímini se cerró y lo que restaba de la división se dirigió a Gran Bretaña de donde, algo más tarde, nuevos grupos de estudiantes se dirigieron a España y otros países.
Cuando los ucranianos llegaron a España, este país se encontraba en una profunda crisis política y económica, debida en parte al aislamiento diplomático y al bloqueo económico del régimen de Franco por parte de los aliados.
En estas circunstancias parecía problemático garantizar a los estudiantes unas condiciones dignas de estancia y un apoyo económico a sus estudios. Sin embargo, en política frecuentemente suceden cosas paradójicas: gracias a la recién comenzada guerra fría, España pronto recuperó su posición en el mundo al empezar a hablarse sobre los pueblos oprimidos y las iglesias perseguidas en el Este. Este nuevo desarrollo de los acontecimientos condujo a que el Gobierno español recibiera bajo su tutela a los estudiantes ucranianos.
En el febrero de 1947 eran ya veinticinco personas. A ellos, se les unieron otros más de cien estudiantes de la Europa del Este, España les concedió becas especiales. Esto se consiguió en gran medida gracias a esfuerzos personales de arzobispo ucraniano, Kir Iván Buchko, que tenía buenos contactos entre las jerarquías influyentes de la Iglesia Católica y, en particular, con el presidente de “Pax Romana” (la organización internacional de estudiantes católicos), Joaquín Ruiz Giménez que más tarde sería Ministro de Educación en el gobierno de Franco (y más tarde aun se convertiría en miembro destacado de la oposición antifranquista).