La hospitalidad kazaja
En general es buena, lo que pasa es que desconcierta. Porque es muy difícil distinguir a uno que te acoge y se ofrece de anfitrión con toda su buena voluntad de uno que te intenta timarte. Seguro que uno del país lo distingue pero yo, no.
Nos timaron una vez. Buscábamos un alojamiento y vimos unas yurtas (tienda de campaña de los nómadas, en este caso un típico alojamiento de carretera) y paramos allí para preguntar si había sitio. Nos dicen que sí y antes de hablar del alojamiento nos invitan a la mesa kazaja. La mesa kazaka es una estructura rectangular (en Uzbekistán hay el mismo tipo de mesa) que esta elevada unos dos palmos y sobre esta estructura en medio se eleva una mesita que tendrá otros dos palmos de altura respecto a la plataforma anterior, y la parte que sobresale está llena de alfombras y almohadones y la gente está tumbada allí mientras come o toma té. Entonces te tienes que descalzar y subirte a la mesa kazaja. Para tomar té, vodka y para departir con los amigos está muy bien, para comer es poco práctico porque estás tumbado. Antes de hablar de precios y de concretarlos, te invitan y te sacan té y todo lo demás… Y luego, cuando está todo montado, te hablan de precios. En mi opinión no hay que dejar que ocurra esto, hay que concretar todo hasta el mínimo detalle porque aunque no todos te van a timar algunos sí que lo intentan.
Astaná, una disneylandia a lo bestia
Astaná, la capital de Kazajistán, es un despropósito de ciudad, una disneylandia a lo bestia. Un despropósito porque el país tiene muchas precariedades, y se han gastado una burrada de dinero para tener una capital llena de edificios de diseño, toda impoluta, grandes avenidas… Y luego, un fallo que veo, es que han diseñado una ciudad, con un lujo exagerado, sin pensar en transporte público. Y además está previsto que tenga un millón de habitantes, ahora tiene medio millón. Ves unos autobuses cochambrosos y sin embargo los coches son todos de lujo. Todos. Es que no ves ladas viejos en Astaná. Y todo es caro, más caro que en Madrid. Hay una clase kazaja medio-alta que mueve mucho dinero.
Yo estuve hablando con un iraní que tiene un restaurante. Hay servicios en Astaná que los prestan extranjeros ya que los kazajos de Astaná no se ofrecen para ellos. Hay iraníes, paquistaníes, hindúes. Pero de trabajos de baja cualificación. Me contaron que hay muchos uzbekos trabajando en la construcción y en las obras públicas.
Uzbekistán, por ejemplo, tiene un desarrollo más normal, más equilibrado. En Kazajistán yo lo que veo es que hay dos ciudades que viven con un ritmo por encima de todo: Astaná y Almá-atá. Luego existen cuatro-cinco ciudades que van a un ritmo normalito, y el resto del país vive con muchas precariedades. En Shymkent, por ejemplo, los autobuses urbanos son autobuses retirados de Bilbao: se podía leer la palabra “salida” ponían en castellano y en euskera.
Un encuentro en Burabai
En Burabai (es el parque natural cerca de Astaná) me encontré a un vejete que quedó mirando la matrícula del coche y nos pregunta: “¿De dónde es este coche?” Le digo: “De España”. ¡Y empieza a abrazarnos!, “Esto es una señal… mi abuelo estuvo en las Brigadas Internacionales…”
Los alojamientos
Elaboré una lista aproximada de las ciudades donde tendríamos que pernoctar pero no siempre coincidíamos en el lugar. En Rusia pernoctamos en Sarátov y en Kursk, el resto de las noches dormíamos en alojamientos de la carretera. En Sarátov fue difícil encontrar un alojamiento porque coincidió con no sé qué evento deportivo y nos alojamos en el hotel “Slovakia” con vistas al Volga, por 75 euros habitación doble. Fue el alojamiento más caro en todo el viaje.
En Kazajistán lo que se nota es que no hay turismo medio. Hay alojamientos cutres que tienes el retrete y la ducha en el campo en una caseta de madera y con agua fría. Salía a 5-6 euros. Lo que pasa es que si te fijas en la calidad-el precio resultaba hasta caro. El siguiente nivel ya es un hotel con habitación doble de 50 euros (un hotel que a lo mejor en España te cuesta 60 o 70 euros). Y no hay de término medio.
En Uzbekistán sí, allí se nota que hay más turismo. La calidad que en Kazajistán conseguías por 50 euros, en Uzbekistán te salía por 20-25 euros. En Tashkent me sorprendió que cuando llegué a un hotel pequeño, familiar, que allí hay muchos, y pregunté cuánto vale una habitación doble, me preguntaron: “¿De dónde son ustedes?” Digo: “Pero ¿qué tiene que ver con el precio?” – y dicen: “Pues sí, tiene que ver”. Y luego me dicen precio en dólares (20 dólares). Luego en sumes (la moneda nacional) que era más barato (correspondía a 16-17 euros). Con desayuno incluido. Se nota que Uzbekistán es mucho más barato que Kazajistán: las cosas, la comida, el transporte. Y en el mercado, tirado. En Kazajistán la gasolina, como en Rusia, es la mitad del precio de aquí. Pero los productos en un supermercado son iguales o más caros todavía que en España.
En Kiev la habitación doble valía 40 euros y el hotel estaba muy bien. En Ucrania el alojamiento yo diría que es más barato que en Rusia. La gasolina era más cara, pero sigue siendo más barata que en España.
Peculiaridades de Uzbekistán
He llegado a negociar el tipo oficial de cambio en el Banco Nacional de Uzbekistán, las entradas a los museos… una cantidad de cosas que no he visto en ningún país que se negocie. Hay una gran diferencia entre en el cambio de moneda en el banco y en la calle. Es un país con mucha inseguridad jurídica.
En el aeropuerto cuando fuimos a salir y quería cambiar los sumes que me quedaban, me pidieron un certificado de cambio. Les dije que no tenía certificado, y me dijeron que hablara con el personal de seguridad del aeropuerto, que ellos me ayudarían. Me ofrecieron dólares con un cambio malísimo. “Para eso me lo gasto en el Duty-free.” Me contestaron: “No, no, solo aceptan dólares y euro, no aceptan moneda local”. Me lo gasté en una tienducha del aeropuerto, compré queso salado y botellas de té frío que hacen en Uzbekistán y que son muy buenos tés.
¿Se nota que son países musulmanes?
En Uzbekistán se nota algo más, en Kazajistán no. En el sur de Kazajistán ves a una mujer con velo de cada cien; en el resto del país no he visto mujeres con velo. En el centro, en el norte y en Almá-atá cualquier restaurante tiene carne de cerdo, beben vodka y cerveza a lo bestia por todas partes. En Uzbekistán sí que ves mujeres con velo, pero sigue siendo la minoría, menos que en Marruecos y diría que menos que en Turquía. Ves mezquitas de vez en cuando… Aunque tampoco hemos estado en la zona más fundamentalista que es el valle de Fergana. Allí puede ser otra cosa.
¿Se nota la herencia soviética?
Se nota. De hecho Nazarbáyev, el dirigente del país, fue un dirigente soviético, y en Kazajstán hay un culto de personalidad exagerado. En la carretera cada 20-30 km tienes una foto del presidente de 5x10 metros, inspeccionando un campo de trigo o inaugurando una fabrica… En casi todos los establecimientos, a lo mejor es por ley, he visto fotos de Nazarbáyev. En Uzbekistán hay fotos de Karímov, su dirigente, pero como la décima parte, muchísimo menos. Una herencia soviética en Kazajistán y Uzbekistán, es que hay que hacer una registro en la oficina de extranjeros.